domingo, 25 de abril de 2010

VENGO DE UNA CIUDAD DE COLORES Y DUENDES


El lento y llanto pesar, una noche encubierta en la penumbra, las manos que teclean los recuerdos que se fueron y que siguen estando en las enrramadas de los árboles muertos. Los duendes pintaban el río, sólo se requería andarlo, las terrazas eran invitaciones y las invitaciones eran terrazas, y los duendes eran río.
Luego llegaron las nubes, el viento y el vuelo de un tiempo lejano, lleno de colores y ensueños, a veces aparece de nuevo, se viste de mar, de selva y de flor. Se refugia en un rincón del alma y se esfuma al corear el alba.
¿Será que no toda distancia está perdida? ¿Será que la sinfonía aún no está compuesta? Tal vez no lo estará jamas. Tal vez el artista siga volando en su lienzos, tal vez el paracaidista decida soltar el seguro, tal vez la verdad este a tiempo de ser descubierta en medio de una multitud de verdades iguales, quizás el fantasma se muera, ¿será posible extrañar y no extrañar tanto?

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